Expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) reordenan, conservan y clasifican miles de materiales que, desde los años 70 del siglo anterior, se han recuperado durante las múltiples investigaciones que se han realizado en la zona arqueológica de Cacaxtla-Xochitécatl.
Codirigido por los arqueólogos Yajaira Gómez García y Mario Martínez Lara, el proyecto Revisión y organización documental de los materiales arqueológicos depositados en las bodegas de la Z. A. Cacaxtla-Xochitécatl, afronta la tarea de reordenar dicho acervo para, una vez clasificado, dejar a cada uno de los objetos cerámicos, líticos, óseos o de pintura mural, entre otros, listos para ser investigados.
“Un material que se deja abandonado se convierte solo en eso, en cambio, si tiene una metodología bien planeada, es decir, si su clasificación persigue desde su origen un objetivo claro, puede aportar mucha mayor información”, señala Mario Martínez.
A su vez, Yajaira Gómez, directora de la zona arqueológica de Cacaxtla-Xochitécatl, indica que un reto adicional del proyecto es dar tratamientos de conservación a piezas que, por lo menos, no habían sido atendidas desde el año 2000, lo cual también implica renovar sus contenedores, guardas y etiquetas.
Al día de hoy, explica, el avance de este proyecto media entre el 30 y 40 por ciento del material que hay en la bodega, gracias también a la participación de expertos del Departamento de Restauración y Conservación del Centro INAH Tlaxcala, de prestadores de servicio social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y de becarios del programa Jóvenes construyendo el futuro del gobierno de México.
El arqueólogo Mario Martínez comenta que la iniciativa incluye cuatro etapas. La primera es la revisión cuidadosa de los informes arqueológicos elaborados durante los numerosos proyectos de investigación que se han desarrollado en el sitio, cuyas primeras exploraciones iniciaron en la década de 1970, cuando los lugareños de Nativitas reportaron al INAH el descubrimiento del mural conocido como Hombre Pájaro.
Después viene la clasificación de los materiales, fase que incluye tratamientos de conservación a los mismos, para luego, en la siguiente etapa, revisar cada uno de los materiales, establecer correlaciones entre otros objetos del acervo y cotejar que físicamente correspondan con lo asentado en los reportes.
“La finalidad es crear un catálogo. Herramienta que permitirá, por ejemplo, a un investigador interesado en pintura mural, conocer cuántos contenedores de la bodega albergan vestigios de pintura mural, qué estado de conservación tienen y cuáles son sus características para, inclusive, adelantar si coinciden o no con lo que él investiga”, precisa el arqueólogo.
“La gente que habitó siglos e, incluso, milenios antes de nosotros, de manera no consciente, dejó objetos a partir de los cuales podemos obtener información de cómo vivía o cuáles eran sus gustos”, abunda Martínez.
De allí, concluye, la importancia de los contextos arqueológicos y, en igual medida, lo trascendente que resulta preservar adecuadamente los objetos para poder realizarles análisis históricos, de manufactura, morfología y química, etcétera.
Cacaxtla destaca, entre otras cosas, por sus murales, los cuales contienen múltiples estilos e influencias provenientes lo mismo de la región maya que de la costa del Golfo, así como Oaxaca, Teotihuacán, Xochicalco y la sagrada Cholula. Poblada por grupos olmecas–xicalancas que llegaron del sur para asentarse en la región del valle poblano tlaxcalteca, la ciudad tuvo una etapa de esplendor entre los años 600 y 900 de esta era, posterior a la decadencia de Teotihuacán.
En Cacaxtla, urbe ubicada a unos 30 minutos de la capital de Puebla, se aprecia un estilo de construcción presente en otros lugares de Mesoamérica que consistía en construir un edificio sobre otro anterior, de esta manera el sitio cuenta con diferentes etapas constructivas que se desarrollaron a lo largo de 300 años.
Con información de La Jornada de Oriente