
De los 7 u 8 aspirantes que hay en el PAN para ser el próximo candidato a la alcaldía de Puebla, el más adelantado en la construcción de un proyecto, de reunirse con militantes y líderes del partido, de tener un equipo personal trabajando en los escenarios de la próxima contienda, es Eduardo Rivera Pérez. Sin embargo, las cosas para el ex edil de Puebla no han caminado favorablemente, pues crece la opinión, dentro y fuera de su entorno político, que no es su momento para regresar el poder, que mejor debe esperar a la coyuntura de 2024 y buscar la gubernatura.
Si se revisa las redes sociales se percibe a Eduardo Rivera muy activo en las últimas semanas, ya que ha buscado involucrarse en los temas de la contingencia sanitaria y no perder los espacios de opinión que tiene en medios electrónicos. Es parte de su dinámica de estar ya caminando rumbo a la contienda del próximo año, bajo la intención de presentarse por tercera vez en una contienda por la alcaldía de la capital.
De hecho, es el único de todos los aspirantes panistas que ya tiene un proyecto trazado, un equipo formado y ocupado en labores proselitistas, y que dialoga con la militancia. Eso en lugar de darle una ventaja, le he empezado a generar un revés a quien fuera presidente municipal entre los años 2011 y 2014. Y es que, para su sorpresa, ha ido creciendo la siguiente opinión:
Insistentemente le han hecho llegar a Eduardo Rivera, o a miembros de su equipo como son el regidor Enrique Guevara o Marcos Castro, la percepción, la opinión, la certeza, de que presentarse a la contienda del próximo año sería un suicidio político.
Varias voces importantes le han hablado de tres aspectos vulnerables:
Primero: sus calificaciones positivas como alcalde no son suficientes, pues haber sido edil bajo el yugo de Rafael Moreno Valle Rosas, quien era el gobernador y tenía sometidos a todos los ediles, provocó que la gestión de Rivera no fuera percibida como un gobierno que resolviera de fondos los problemas urbanos de la capital. No hay una sola obra o éxito que se pudiera rescatar como lo más sobresaliente de su paso por el palacio municipal de Puebla.
Al revés, es en el trienio de Eduardo Rivera es donde se agravaron dos de los problemas más sentidos de la población: empezaron a crecer alarmantemente los índices delictivos y disminuyó drásticamente el número de policías, como parte de la relación conflictiva que había entre el alcalde de la ciudad y el titular del Poder Ejecutivo, sin importar que ambos habían llegado al poder bajo la tutela del PAN.
Segundo: es visto como un perdedor, luego de que fue arrasado en la contienda de 2018, cuando buscó por segunda vez ser alcalde de la ciudad de Puebla y fue derrotado en las urnas por el efecto de Andrés Manuel López Obrador.
El problema, de este segundo aspecto, es que Eduardo Rivera no se ha logrado posicionar como un importante opositor frente al errático gobierno de la morenista Claudia Rivera Vivanco.
Tercero: en muchos militantes del PAN todavía pesa la traición de Rivera al reconvertirse –entre finales de 2027 y principios de 2018– de un perseguido del morenovallismo a activista morenovallista.
En 2017 Rafael Moreno Valle Rosas desató una persecución contra Rivera, que casi lo puso atrás de las rejas, por asuntos relacionados con la fiscalización de sus cuentas públicas.
Rivera acusó persecución política en su contra.
Se le incluyó en la lista de perseguidos por Moreno Valle.
Los morenovallistas lo tildaban de delincuente y mal gobernante.
Muchos militantes del PAN cerraron filas con Eduardo Rivera.
Amplios grupos de panistas se organizaron para enfrentar al morenovallismo.
Y al final, sin conciliar opiniones encontradas, aspectos de congruencia, Eduardo Rivera y Moreno Valle pactaron la segunda candidatura del ex edil de la capital.
El panista se puso a hacer campaña a favor del morenovallismo.
Nunca explicó, justificó, ese cambio radical.
Ese aspecto a la fecha para muchos militantes albiazules es una traición.
Con información de La Jornada de Oriente